Muertes heroicas
Si la Biblia es parca en narrar suicidios, sin embargo cuenta las circunstancias de algunos personajes que causan su propia muerte. Así elogia la muerte de Razías, que «prefirió noblemente la muerte antes que caer en manos de criminales y soportar afrentas indignas de su nobleza» (2 Mac 14, 41-46). Otros casos, si bien no se trata de auténticos suicidios, sí menciona muertes voluntariamente asumidas. Es el caso, por ejemplo, de Sansón que, al grito «muera vo con los filisteos» (Juec 16, 30), provoca su muerte con la de todos los enemigos de Israel. Además narra la historia de personajes que se dan muerte antes de entregarse a sus adversarios. Es el caso de Abimélek (Juec 9, 54), Saúl (1 Sam 31, 4) el rey Zimri (1 Rey 16, 18).
Estos casos no son fáciles de justificar. Sólo el recurso a las ideas de la época y a la teocracia de Israel, pueden tener el sentido de una entrega generosa a la causa del Pueblo de Dios.
Fenómeno distinto es la llamada «muerte heroica» por la que alguien puede entregarse a la muerte por falsos idealismos, como los «torpedos suicidas» en tiempo de guerra o los «kamíkazes» que transportaban aviones cargados de explosivos para estrellarse contra objetivos militares del enemigo, etc. Estas «muertes heroicas» están más cerca del suicidio irracional que del heroísmo. Por eso son condenables desde el punto de vista ético. Otros actos heroicos, como el afrontar la muerte en servicio de causas nobles, por ejemplo, el capitán que, por ser el ultimo en abandonar el barco, no logra salvarse, o quien en un naufragio expone su propia vida por salvar la de los demás, etc., pueden juzgarse como actos heroicos en servicio a la patria o del amor al prójimo. Los autores clásicos calificaban estos casos como «suicidio indirecto». Esta nomenclatura no parece muy aceptable.
Algunos actos de entrega al prójimo, como exponerse al contagio inminente en atención del servicio a los enfermos, o la permanencia junto a los perseguidos con el riesgo de ser asesinados, como ocurre en las misiones, o el caso de Maximiliano Kolbe, se sitúan en la heroicidad del martirio. Por eso, la Iglesia que, por amor a la vida, condena al suicida, sin embargo canoniza al mártir.
(extraido del texto del Pbro Luis Rifo F.)
lunes, 13 de abril de 2009
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